(Gaba Echeverría,"Viejo duende", lápiz sobre papel, 2013)
Que bárbaro como uno pasa a depender de ese pequeño
aparatito celular que nos comunica con una virtualidad que sin embargo nos acompaña a
todos lados. Nos pone en importancia que alguien comente nuestra publicación,
que un amigo se haya reído de un chiste nuestro o comentado alguna foto
nuestra, y eso pasa a ser calor humano, un calor virtual, una caricia a la
distancia, una pequeña atención que alguien nos dedica en medio de un trajín también
virtual, superficial, de mirar cosas y leer frases y mirar fotos y opinar
constantemente en modo zapping sobre mil cosas distintas, amigos distintos,
publicaciones distintas, que en general tienen en común lo superficial y
limitado, algo que viene teniendo en común mucha de la información que
manejamos en todos lados, es concisa y corta, y no se puede profundizar. Es una
muestra, el pensamiento generalmente no alcanza a profundizar nada porque pasa
a otra publicación, a otro tema, a otra muestrita de universo virtual que no
descubre nada apenas da una sensación de haber llegado a algo sobre algo, como
si eso bastara para vivir, para tener el gusto de la vida del universo...
Todo es periodismo, todo es información que se transmite o
se recibe, es importante saber qué quién, cómo, donde, cuándo, y nos están
faltando los porqués, nos siguen faltando, nos falta la pregunta, la búsqueda,
la profundización, perdemos la metáfora, el pensamiento mágico, el mito, nos
falta conectar los infinitos hechos que miramos y nos miran, perseguir de nuevo
a Dios... a todos los dioses.
Perdemos la melancolía en el zapping constante y el Alplax,
y las fórmulas seudo filosóficas de autoayuda. Perdemos al planeta mientras
firmamos largas listas de petitorios por la ecología o compramos la gaseosa que
ayuda a la naturaleza con un envase pet más fácil de tirar... sigue siendo un envase
contaminante... y nosotros tan tranquilos... Tan convencidos de la información
que nos dan que no miramos alrededor para ver si es verdad...
Los miedos, los terrores, la desorientación, la soledad, son
el precio de abrir los ojos, encontrarse con uno mismo y las limitaciones de
esta vida en esta sociedad en este planeta y en esta época...
Saramago lo contó en su novela La Caverna... pero le puso un "final feliz", donde los héroes acompañados por sus amores respectivos,
se iban buscando nuevos horizontes, lejos del mundo virtual que el centro les
ofrecía: la mismísima caverna de Platón, transformada en centro comercial y de
esparcimiento donde se podía revivir cualquier experiencia virtualmente...
En la vida real los héroes nos quedamos solos, ni siquiera
somos tan heroicos y tan íntegros para poder evitar la virtualidad y el engaño
constantemente, no estamos seguros, tenemos miedo y frío, y a veces preferimos
el Alplax a las lágrimas...
Gaba Echeverría 2013