Hace muchos años tuve la oportunidad de trabajar con Horacio Ferrer, en la confección de su libro "El siglo de oro del Tango". Durante algunos meses, nos sentamos con Horacio, en mi escritorio de la editorial, todos los días, a seleccionar y diseñar cada página como un tesoro, junto con Virginia y Carlos.
En esa época le mostré a Horacio mis poemas y él me animó a editar mi primer libro, y me hizo el precioso regalo de un poema- prólogo, además de presentarlo, junto a Chany Suárez, en abril del '98, en el Café Tortoni...
Brindis
por los versos de Gaba
Canción de Cascabel y Maribel,
tus
versos de Inmortal Autodidacta
nos
guiñan, a la vez que se propagan
silbando
lo enigmático de ser,
rumor de laberinto, son fantasma
y el eco
de un suicida al renacer.
Vos,
Gaba Echeverría y tu pincel
ladrón
de un arco iris de gramática:
ingentes construcciones a placer,
palabras
casi cuervos o aniñadas,
los ojos
del misterio con sus lágrimas
llenando
el cenicero y el ayer,
los verbos del teléfono, las lívidas
estrofas
del insomnio. Y el dintel
del
vuelo donde cada amanecer
podés,
Gaba, un orgasmo de metáforas,
pasión de surtidor, ganas de arder
que dan
en tu mujer la cifra mágica,
coraje,
fantasía, dulces trampas
y
síncopes de amor que ya sabés.
Y, entonces, Buenos Aires, noche y pampa,
tu rubio
corazón siempre de a pie,
tus
labios por el lado del revés
cantando
lo que casi nadie canta,
los huecos de la aurora y de la fe,
los
nudos en las penas o en las sábanas,
el
cielo, hermana, el cielo que allí estaba,
la
gracia de otro tango y otra sed.
Tus versos se han cuajado de pupilas,
la luna
se desnuda entre tus páginas
y en
tantas soledades abrazadas
se asoma
a perfumar tanta poesía.)
Horacio
Ferrer
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