martes, 13 de enero de 2015

Solo y Espera. Horacio Ferrer.

Solo y espera


del Romancero Canyengue  (1965)


Raspaba la espectral bandoneonía
su misticordia canyengue con un vano
rumor catedralero en la baldía
atmósfera colgada del verano.

Sentado en aquel bar con mi fulano
silencio me esperé. Y en la sentina
ausencia de mis ojos, al desgano,
puso su mugre serena la cortina.

Siguió la tarde fraseando sus propinas.
Los años se gastaron. Tangamente,
la vida hizo su solo de rutina.

Y, al fondo a la derecha de la gente,
mi taza de café era una letrina
donde flotaba yo, grotescamente.

                                                       Horacio Ferrer

Gracias maestro




Hace muchos años tuve la oportunidad de trabajar con Horacio Ferrer, en la confección de su libro "El siglo de oro del Tango". Durante algunos meses, nos sentamos con Horacio, en mi escritorio de la editorial, todos los días, a seleccionar y diseñar cada página como un tesoro, junto con Virginia y Carlos. 

En esa época le mostré a Horacio mis poemas y él me animó a editar mi primer libro, y me hizo el precioso regalo de un poema- prólogo, además de presentarlo, junto a Chany Suárez, en abril del '98, en el Café Tortoni...


Brindis por los versos de Gaba

Canción de Cascabel y Maribel,
tus versos de Inmortal Autodidacta
nos guiñan, a la vez que se propagan
silbando lo enigmático de ser,

rumor de laberinto, son fantasma
y el eco de un suicida al renacer.
Vos, Gaba Echeverría y tu pincel
ladrón de un arco iris de gramática:

ingentes construcciones a placer,
palabras casi cuervos o aniñadas,
los ojos del misterio con sus lágrimas
llenando el cenicero y el ayer,

los verbos del teléfono, las lívidas
estrofas del insomnio. Y el dintel
del vuelo donde cada amanecer
podés, Gaba, un orgasmo de metáforas,

pasión de surtidor, ganas de arder
que dan en tu mujer la cifra mágica,
coraje, fantasía, dulces trampas
y síncopes de amor que ya sabés.

Y, entonces, Buenos Aires, noche y pampa,
tu rubio corazón siempre de a pie,
tus labios por el lado del revés
cantando lo que casi nadie canta,

los huecos de la aurora y de la fe,
los nudos en las penas o en las sábanas,
el cielo, hermana, el cielo que allí estaba,
la gracia de otro tango y otra sed.

Tus versos se han cuajado de pupilas,
la luna se desnuda entre tus páginas
y en tantas soledades abrazadas
se asoma a perfumar tanta poesía.)



Horacio Ferrer

en Buenos Aires era octubre de 1997

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